Esta tarde he estado en Bargas con la directora del Instituto de la Mujer. Era un acto del Día de la Mujer en el que se hacía un reconocimiento especial a mujeres deportistas. Ha estado bien. Hemos hecho una procesión de antorchas,… Me ha gustado que no sólo había mujeres, había hombres. Jóvenes y mayores. Había un grupo llamado “Activistas por la igualdad” de Bargas. Buena cosa me parece que haya un grupo así.
Pero lo que quería compartir es un ¿cuento? que he oído. Ha sido al final del acto. Una mujer, creo que uruguaya, cuentacuentista, lo ha contado. Más o menos y con menos arte, decía así:
Es la historia de una familia. Se levanta el marido y la mujer. La mujer va a levantar a los hijos. Mientras se visten, les prepara el desayuno a todos. Lo deja en la mesa y, desde la cocina, limpiando, está pendiente de si desayunan o les falta algo. En un instante, el marido le llama asustado. Está en la mesa, desayunando también, y viendo la televisión. Está asustado porque dan una noticia que habla de igualdad entre hombres y mujeres. Llama a su mujer asustado y le pregunta: ¿verdad que no somos iguales? Nuri, la mujer, le da un beso en la frente, le abraza y le responde: no, no somos iguales.
Abraza a sus hijos, les prepara la cartera, da un beso a su marido, le prepara la bolsa con su comida y ellos parten a vivir un día de intenso trabajo. Cuando salen, la mujer queda en casa. Sube, hace las camas, limpia la casa, prepara la comida, se ducha y, corriendo, parte a una casa donde va a limpiar 3 horas. Por esas 3 horas gana 21 €. ¡qué bien! Con ellos podrá comprar un libro que necesita su hija para estudiar.
Cuando termina de limpiar, ve un anuncio de productos muy baratos en el mercado. Decide que antes que el libro, debe comprar esa comida tan barata, que no debe desaprovechar esa oportunidad. Compra 5 kg de patatas, 3 de tomates y 5 kg de frutas que están muy rebajadas. Carga todo en bolsas y se vuelve a casa, un bastante cargada, eso sí.
Después recoge a los niños del colegio, les prepara la merienda, revisa sus deberes y, terminado todo, en el servicio, se mira al espejo y decide arreglarse para cuando su marido, al que tanto quiere, vuelva. Se arregla, se pinta y espera.
El marido llega un poco tarde. Todas las tardes, al terminar el trabajo, marcha con sus compañeros al bar y toma unas cervezas mientras habla de fútbol. La verdad es que pasa un buen rato y es importante charlar con los compañeros.
Llega a casa y ya es hora de que Nuri vaya a ver a su padre. Está en un centro porque tiene alzheimer. El marido le lleva en su coche. Digo su coche porque es su coche, él es el que trabaja, el que gana dinero y, por eso, claro está, es su coche. Nuri está muy agradecida porque le lleva a cuidar de su padre.
Le acuesta, le hace compañía, le abraza, le besa, … aunque él ya no la reconoce. Aún así, ella va todos los días a verle.
Vuelven a casa. Los niños ya se han acostado. Aunque tarde, tienen un rato para ellos solos. Nuri se mete en la cocina porque quiere prepararle la mejor cena. Mientras está cocinando, el marido, que está viendo la televisión, entra en la cocina asustado y le comenta que ha vuelto a ver el mismo anuncio que por la mañana. Le pregunta a Nuri: ¿verdad que no somos iguales? Ella, le da un beso en la frente y le dice: TIENES RAZÓN. NO, NO SOMOS IGUALES.
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